7 de julio de 2008

Crónicas de Anima : El viejo molino

El viejo molino se encontraba alejado del pueblo, al lado de un pequeño río. Estaba construido de madera, al igual que su rueda, que giraba lentamente aquella noche. Pese a su mayoritaria estructura de madera, el mecanismo que permitía la molino hacer su función estaba construido de metal. Su color, antes de un rojo vivo, se encontraba desgastado. Tendría un par de pisos, y en la parte de atrás, una ventana circular que permitía penetrar la blanquecina luz que proyectaba la luna llena.

Dinin y Caín llegaron andando y en silencio. Llevaban ya un tiempo oyendo un movimiento metálico, que iba ganando intensidad conforme se acercaban al molino. “Un sonido similar al tintineo de las monedas que cobraré esta noche”, pensó Dinin.

Cuando faltaban escasos metros para llegar, Dinin se detuvo. Sacó su trabuco, y, de una pequeña bolsa, sacó una esfera de metal: una bala de plata. Eran extremadamente caras, pero no esperaba arriesgarse. No con un hombre lobo.

- Caín, tú entra por la puerta principal –dijo en voz alta. Al terminar la frase, el sonido de las cadenas aumentó, volviéndose frenético.
- Deberías haber bajado la voz.
- Probablemente nos haya olido desde que hemos salido del Ayuntamiento.

Dinin había terminado de cargar su arma, y cerró el cañón, alineándose con la culata, oyéndose el característico sonido que indicaba que el arma estaba lista. En ese momento, pudieron oír con claridad los gruñidos de la bestia, y como una parte racional intentaba abrirse paso, quedando una mezcla entre lo que aparentaba ser los gritos desesperados de un maníaco que es consciente de su pérdida de cordura y los ladridos de un perro rabioso. Dinin se encaminó hacia la parte posterior del molino, mientras Caín se dirigía hacia la puerta principal. Respiró profundamente, y, en dos zancadas sobre la pared, se agarró en el alféizar del ventanal, que se hallaba sobre unos ocho metros del suelo. Este ejercicio era ya algo muy interiorizado y automático para él. Maravillas del ki.

Cogió impulso en el alféizar y miró por el ventanal. La luz de la luna iluminaba débilmente el interior del molino. Una plataforma constituía el segundo piso, y, debajo de él, veía las cadenas, moviéndose de un lado para otro. Dinin sacó el trabuco, sosteniéndolo con una mano, mientras con la otra continuaba sujetado al alféizar, y aguardó a que su aprendiz llegara a su posición.

3 comentarios:

Nurichigo dijo...

wiiiiiiiiiiii
tortuga kamikaze va a ser escritor!!!!!!!! (con voz de niña pequeña y chillona)
pues la verdad es que mola

Tortugokamikaze//Pingu R. dijo...

Nuria, si te fijas en el autor, esto no es mio, es de mexson, un amigo

que gracias a dios que has vuelto... tenias esto abandonado mariconazo, que el relato lo tienes más avanzao que esto desde hace meses xD y aun no habias vuelto a continuar la historia. Ya te he editado las etiquetas para que este en los índices.

no vuelvas a irte zorra xD

Nurichigo dijo...

ups!
perdona , no llevaba puesta las gafas ¬¬ don perfecto!
¬¬